7 de marzo de 2012

UN EJEMPLO


¡Qué disfrute!, ¡qué enseñanza! Os recomiendo que dediquéis nueve minutos de vuestra vida a disfrutar de esta joyita de vídeo, tremendamente ejemplarizante, especialmente para todos aquellos que pasamos muchas horas de nuestra vida educando fútbol, pero sobre todo para los padres y madres de jóvenes futbolistas que hooliganizan las bandas más modestas de nuestro fútbol, y para aquellos que no comprenden que lo único que hay en juego en un partido de fútbol base son valores irrefutables como el respeto, el compañerismo o el amor a lo que se hace, y con la diversión como motor básico de todos esos ideales. Muy por encima del resultado, muy por encima de todos los idiotas que increpan por un fuera de juego a un árbitro de 14 años, y más aún de los entrenadores que racanean minutos a sus “peores” jugadores, desconociendo que; primero, ellos no son entrenadores sino educadores y; segundo, la calidad de sus jugadores a edades tan tempranas no la marcan sus aptitudes, sino sus actitudes.
Lo que más me llama la atención de la cinta son las inquietudes y vivencias de esos niños, tremendamente desafortunados con el balón en los pies, pero con las ideas clarísimas de lo que debe ser un equipo de fútbol base. No pierden la moral por no haber perforado todavía la portería rival, o por acarrear con un saco de goles en contra importantísimo, sino al contrario, sueñan con conseguir un gol, con cómo será la celebración de tal gesta… Precioso.
“Son de segundo, demasiado grandes para nosotros”, “dan muchos más pases” o “estamos muy nervioso”, son sólo algunas de las excusas que utilizan estos niños para enmascarar esas cifras goleadoras tan desniveladas. Unas coartadas que justifican su perpetua felicidad cada vez que pisan la arena de ese humilde campo que aparece en el vídeo. Y mi experiencia me dice que estas justificaciones a las derrotas son comunes en todos los chavales. Dicho de otra manera, me resultan muy, muy familiares, y yo siempre he tenido un comportamiento claro respecto a éstas; ponerme del lado de mis jugadores, pues cualquier excusa a los ocho o nueves años es válida si nos va a permitir prolongar la ilusión por el fútbol de los jóvenes jugadores. Cuanto más dure mejor, algo así como creer en Los Reyes Magos. Si se acaba la magia se acaba la ilusión. El deporte, a edades tan tempranas, debe ser visto como tal y nunca, nunca, nunca atentar contra el anhelo de gloria de los más pequeños.
Y como ejemplo a seguir son los niños, también los padres de los muchachos. Que asumen con gracia y felicidad la inferioridad en el juego de los suyos, dando ejemplo a todos aquellos borregos que increpan a sus retoños por fallar un pase, cuestionan a sus entrenadores por los malos resultados, o descargan toda su adrenalina en la figura de un muchacho que hace las funciones de árbitro.
Por ello, la única manera de erradicar ese tipo de actitudes es con ejemplos como el de este equipo catalán. 271 goles en contra y uno sólo a favor son las cifras de su temporada, pero las enseñanzas recibidas, y la frescura y ganas de hablar de estos desdentados nos demuestran que, por encima de los resultados, forman un gran equipo, pues su ilusión se mantiene intacta. Grandes.

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