15 de febrero de 2013

LA MÁXIMA EXALTACIÓN DEL CHOLISMO




No se trata de justificar lo injustificable; tampoco busco con mi opinión abrazar al perdedor caritativa y lastimosamente; ni posicionarme al lado opuesto de la línea de opinión mayoritaria por el mero hecho de ser “diferente”. Realmente puede parecer ridículo este artículo. Qué ostias, seguramente lo sea. ¿Acaso alguien puede rescatar un argumento lógico de la decisión de aupar a tu portero al área rival para tratar de empatar una eliminatoria a la que le restan todavía 90 minutos? Ni el propio Cholo. Yo tampoco le encuentro demasiado sentido; pero me gustó.

La jugada salió desastrosa, un esperpento mayúsculo para poner un broche circense a un partido gris –casi negro- del Atleti. Cierto es que los rojiblancos han situado su listón demasiado alto esta temporada, una vara de medir que se antoja inalcanzable en partidos de menos calor –gradas a medio llenar- como el de ayer. Pero el tío de negro que vocea desde la banda es el mismo de siempre; cuando hace frío él calienta el ambiente; cuando hay calor, se retroalimenta hasta alcanzar temperaturas de bullición insospechadas. Ayer era día de hielo y espesura, clima y ambiente totalmente adverso a los intereses rojiblancos; y el de la banda, el hombre de fuego, lanzó un órdago final con Asenjo como símbolo: todo o nada. El portero, desesperado en una carrera de vuelta final hacía ningún lugar, representó el fiasco del Atlético en una noche europea para olvidar. A mí, el Cholo,  me ganó para la causa. Del mismo modo que se ganó a su parroquia desde que llegó para cambiar una tendencia perdedora de años atrás en un equipo de presente y futuro. Ganador.

Por eso le aplaudo hoy, porque pero prefiero hacerlo en las decisiones equivocadas. Como la de ayer, de riesgo desmedido, pero también de valentía conmovedora. Ese tipo de arrebatos ganadores son el  combustible que alimentan al cholismo, y sería cínico darle la espalda en el yerro después de la temporada tan bestial que está ejecutando el Atleti.

2 de febrero de 2013

AL MAL TIEMPO..., FÚTBOL HONESTO





  1. El partido era de los que apetecía, ciertamente. Valladolid y Athletic se citaban en uno de esos choques que no suelen defraudar, de equipos comprometidos con unos principios; atrevidos y cuajados con el buen gusto futbolístico de sus técnicos. Ambos deseosos de encarnar el papel protagonista del choque, un factor decisivo para garantizar una buena película, de esas que fluyen solas. Y es que no hay mejor manera de empezar el guión de un partido; lo que venga después bienvenido sea… Menos el temporal.
  2. La lluvia y el viento se aliaron para tratar de deslucir el juego al pie que buscan Pucela y Athletic. Ese es su fútbol: iniciar muy atrás, atraer al rival, generar superioridades pronto y, una vez batida la primera línea de presión, galopar hacía portería contraria. No es más que autofinanciarse el contragolpe; tan sencillo como atrevido. Arriesgar primero y correr después; correr para hacer daño. Fútbol atractivo diseñado por dos entrenadores que disfrutan sometiendo al rival. Pero la contingencia de hoy es doble: no vale con dominar al enemigo, también hace falta capear la tempestad en forma de lluvia y viento. El control del balón se dificulta exponencialmente, y la idea preconcebida no puede ejecutarse siempre, para desgracia de ambos equipos.
  3. Aun así el Valladolid salta mejor al césped. Más enchufados, enérgicos e inspirados. Sobre todo un Óscar que alumbra cada ataque blanquivioleta en 15 minutos geniales; se esconde a la sombra de un San José perdido en una batalla táctica que le llega muy joven. Óscar, veterano de guerra, le come la tostada por abajo y por arriba, y se ofrece como lanzador de lujo de las contras pucelanas. Jugando al ratón y al gato; así se inicia el primero, el salmantino escapa de San José que llega un segundo tarde, y la continuación hasta el gol es una combinación maravillosa de Rukavina y Guerra, que acaba con testarazo a la red. El tercero de la temporada para el delantero murciano, a gran nivel hoy.
  4. El segundo pucelano llega poco después y desde el mismo perfil. Es más, jugada calcada: inicia Óscar, de nuevo en su papel de bisagra y, otra vez, de los deficientes despejes visitantes se nutren Larsson y Bueno, autor del gol. 2-0 en 15 minutos de aplastamiento del Valladolid a un Athletic irreconocible
  5. Pero el resultado despista a los locales, que creen innecesario arriesgar, y se busca sistemáticamente el juego directo: camino hacia el abismo. El centro del campo vasco, por el contrario, crece al ritmo que Ander Herrera baila y en la medida que San José deja de perseguir sombras y engancha cuatro pases acertados de lado a lado; tiempo suficiente para que en zona de tres cuartos revoloteen Muniain, De Marcos, Aduriz, y una banda derecha hiperactiva. Allí, Iraola y Susaeta son una auténtica pesadilla, aprovechándose de la falta de rigor  y de capacidad defensiva de Alberto Bueno, jugador determinante tanto por lo que te da como por lo que te quita. La defensa pucelana, incapaz de achicar tal volumen de centros desde ese perfil, sucumbe en el enésimo a la anticipación de De Marcos: un falso volante que llega y aparece en cualquier arista del campo.
  6. Llega el descanso tras 30 minutos de sometimiento y dominio absoluto del Athletic a su rival. El Pucela ha administrado su efímera ventaja desde un papel sumiso en el que no se siente cómodo. Pero los cambios en la reanudación sólo los introduce Bielsa: Ibai por el apagado Muniain. Cambio intrascendente en cualquier caso.
  7. Pronto llega la igualada de Susaeta en una jugada de córner desafortunada para los intereses de los de Djukic. Pero el gol espolea a los castellanos. Un hecho se vuelve decisivo: un gris, hasta el momento, Álvaro Rubio decide introducirse más entre los centrales y ayuda a la salida corta del balón. El riojano es el reloj de arena del Valladolid, filtra y decide el tempo y la continuidad del juego: jugador capital en la concepción del fútbol blanquivioleta. El problema llega un poco más arriba, dónde Óscar ya no es el faro del primer cuarto de hora: el salmantino ha desaparecido en la segunda parte. Alberto Bueno ayuda con sus caídas al medio, pero apunta otra de las carencias de los locales: la incapacidad de desbordar por banda y la falta de velocidad ofensiva. Elementos imprescindibles para hacer buena la primera fase de salida del balón.
  8. El Valladolid carece de armas afiladas; faltan los puñales habituales de Omar Ramos (banda izquierda y en el banquillo) y Patrick Ebert (banda derecha y lesionado); y sólo vive ofensivamente de los balones que aguanta Javi Guerra y de las llegadas de un Larsson más voluntarioso que acertado. También Rukavina ayuda con su recorrido por banda: lateral de manual el serbio. Con el cambio de Omar Ramos, por el citado sueco, Djukic busca un destello de calidad que desequilibre el empate, y este casi llega, pero en la pierna errónea para Omar: su derecha.
  9. Todo lo demás es un ida y vuelta vertiginoso hacía uno y otro área, y el mediocampo es solo una zona de transición en la que apenas hay tregua ni pases intermedios. El duelo ha devenido en una ruleta rusa que supone un ejercicio frío pero acorde a la filosofía de ambos equipos: todo o nada. Protagonistas hasta sus últimas consecuencias.
  10. Finalmente se tienen que conformar con la igualdad del reparto, con un empate a dos que no desmerece a nadie. Sobreponerse a la desapacible noche vallisoletana ya es un triunfo en sí, y buscar la victoria con el ahínco y derroche que lo han hecho ambos conjuntos es altamente elogiable.
  11. La clasificación continúa distanciando al Valladolid (29) tres puntos por encima del Athletic (26) en una situación comodísima respecto al descenso: gran objetivo blanquivioleta del año. Y el Athletic prorroga una jornada su lento despertar de la pesadilla que le viene martirizando desde mayo; como cuando retrasamos de cinco en cinco los minutos de la alarma que pone fin a nuestros sueños cada mañana, el Athletic ya vive su última fase antes de lavarse bien la cara y olvidarse, ya de una vez por todas, de ese maldito Radamel Falcao que de vez en cuando se cuela en sus pesadillas. Hoy no fue el magnífico equipo del pasado domingo, pero si una versión muy próxima a la de los dulces sueños.

1 de febrero de 2013

DE BUCAREST (9-05-12) A SAN MAMÉS (27-01-13): ¿EL FINAL DE LA PESADILLA?



Han pasado ya más de ocho meses de aquella imponente exhibición de Falcao sobre el césped del Estadio Nacional de Bucarest. Una escena, la del Tigre bailando con temblorosos leones y sacudiendo la red de Iraizoz, parecía repetirse perpetuamente en la mente de todo aficionado al Athletic, incapaces de sacudirse aquella pesadilla desde entonces. Apenas hubo alegrías después. Otra final, otro fracaso ante el crepuscular Barcelona de Guardiola, y el comienzo evidente de un proceso de autodestrucción.
Falcao, auténtica pesadilla de los leones de Bielsa
Marcelo Bielsa, desde su llegada al Botxo, había guiado al Athletic en un viaje cargado de valores, sentimentalismo, y buenas intenciones; alimentado de partidos memorables como el liguero de San Mamés frente al Barcelona, o la eliminatoria contra al Manchester United, con más de 8.000 seguidores vascos botando en las gradas del Teatro de los Sueños. Episodios maravillosos de una temporada mágica. Un sueño en sí misma, de trágico final.
Antes de las vacaciones veraniegas, con el vivo escozor de la segunda final errada, Bielsa convocaba a los suyos en Lezama. La charla del vestuario, aireada de forma lamentable meses después, es durísima y ejemplar. El rosarino, herido en su locura y dolido por el sangrante final de temporada, declara a los suyos estar “avergonzado”, e insta a sus jugadores a sentir el mismo rubor por “no estar a la altura de la ilusión generada”, por “haber decepcionado a un pueblo”. La charla sobrecoge, y sólo se entiende desde la magnitud, grandeza  y complejidad del personaje.
Es fácil, dadas las circunstancias, imaginar a un Bielsa preocupado en temporada estival, masticando todavía el fracaso, ansioso por redimirse y volver al trabajo. Y pronto se escuchan noticias suyas, en sus prisas arrasa con los obreros que trabajan en Lezama. Y se siguen agrietando las relaciones, el dulce sueño del pasado ha tornado de forma definitiva en pesadilla. Más aún cuando se conoce el deseo de Javi Martínez y Fernando Llorente por hacer las maletas… Pocos veranos más tormentosos se recuerdan en Bilbao.
Marcelo Bielsa, tan genial como complejo
Confusos, como cuando te deja tu pareja y la tratas de embaucar con los bellos pasajes del pasado…, sin aparente esperanza: “he dejado de sentir lo mismo que sentía antes. Ya no te quiero”, te suelta. Perdura el cariño, pero no hay amor. Algo así debió suceder con Bielsa. Sus jugadores y su parroquia de creyentes compartían un sentimiento, una duda: la relación fue demasiado pasional y, el desgaste devastador. Demasiadas emociones recorridas a mil por hora.
Por si fuera poco, el refugio meramente futbolístico desalimentaba aún más las razones de los creyentes más arraigados. El Athletic mostraba una fragilidad e irregularidad preocupantes. Derrotas dolorosas, como el 4-0 en el Calderón (hattrick, por si fuera poco, de Falcao) o la del derbi vasco en Anoeta por 2-0, por no hablar de la insulsa decepción europea. Y lo peor de todo es que los resultados no eran sino un fiel reflejo de un juego mucho más pobre y endeble que el del pasado. Los hercúleos leones habían deparado en jugadores de zancada plomiza y fatiga prematura. Motor y depósito, innegociables en un equipo de Bielsa (“yo siempre les digo a los muchachos que el fútbol para nosotros es movimiento, desplazamiento. Que hay que estar siempre corriendo. A cualquier jugador, y en cualquier circunstancia, le encuentro un motivo para estar corriendo”).
Así continúo avanzando la temporada; en un ambiente enrarecido, como cada vez que Fernando Llorente sale a jugar entre pitos y abucheos; y con una frialdad habitual en San Mamés que sobrecoge teniendo en cuenta la temperatura alcanzada el pasado año. Sin pena ni gloría. Buscando algo en lo que creer. Y ese algo puede que llegara el pasado domingo frente al Atlético, sí, otra vez.
El 3-0 es sintomático, pero las sensaciones aún más. San Mamés honró a un equipo entregado, obcecado en escapar de esa pesadilla que les horroriza desde el pasado mes de mayo. Los leones recuperaron las señas de identidad de la pasada temporada y soltaron un partido memorable ante un rival terrible. Un cuerpo a cuerpo brutal, intenso y caliente; propio de quién se tiene ganas. El Athletic clamó venganza, y consiguió el sentido premio del aplauso de su afición. La misma con la que el Loco todavía se cree endeudado. Inflexible, Bielsa exprimirá a sus jugadores hasta que devuelvan a San Mamés el dulce sueño quebrado, entonces se olvidará de esta pesadilla, y podrá gritar “¡¡Athletic, CARAJO!!”.