2 de febrero de 2012

PRESTIGIO Y HONOR A LA COPA

De unos años a esta parte la Copa del Rey vivía un claro retroceso. Los clubes grandes, saturados por un calendario inabordable, despreciaban la competición copera, que se convertía en objeto de deseo para el resto de equipos de Primera, los cuáles vivían una dicotomía importante: asegurar objetivos ligueros o apostar por la Copa del Rey. Casi siempre se decantaban por la competición de la regularidad y la segunda opción –lastrada también por un formato deficiente- caía en el olvido; deseada pero inasequible. Carne de suplentes e incluso de juveniles de muchos equipos, la Copa no era más que un escaparate para jugadores infravalorados en sus clubes. Insuficiente, obviamente, para ganarse el interés del gran público.
Ahora, en semifinales de esta edición 2011/12, podemos presumir de estar viviendo una competición tremendamente prestigiada, valorada, y honrada, no ya sólo por los cuatro clubes supervivientes, sino  también por muchos de los que han quedado por el camino.
Los partidos de IDA DE SEMIFINALES, disputados en Anduva y Mestalla, pueden ser calificados de muchas formas, pero ante todo los definiría como coperos. Una etiqueta difícil de describir, pues va más allá de lo futbolístico, es también épica, batalla, calor…, y todo eso se vivió tanto en el Mirandés-Athletic como en el Valencia-Barcelona. Cuatro equipos cultural, económica y futbolísticamente antagónicos. ¡Pura Copa!
MIRANDÉS-ATHLETIC (1-2)

Categóricamente no. No está cerrada la eliminatoria. Ver a un 2ªB, con un 0-2 adverso a la media hora de juego -y tras todo lo que se había hablado de antemano, elogios empachosos incluidos-, sobreponerse de esa manera a la avalancha física, técnica y táctica de los leones es algo maravilloso. Un motivo para creer en el fútbol. No sé de dónde salió Pouso (“del barro” atina a explicar habitualmente él), ni Pablo Infante, ni el gigantón Lanbarri; pero lo que han conseguido es algo maravilloso: involucrar a todo un pueblo y, sobretodo, a  un país que se alegra y sufre con ellos.
Yo me alegro especialmente por lo que están consiguiendo, ya que aunque su hazaña acabe en saco roto, su irrupción es un llamamiento y un homenaje al fútbol modesto, a las categorías más desprotegidas, y a los futbolistas de autobús y bocadillo. Una amenaza necesaria al fútbol comercial.
Bielsa y el Athletic, por otra parte, son unos invitados excepcionales a la fiesta. Un técnico, el rosarino, que seguramente disfrutó como un enano en Anduva (allí se respira fútbol), y un club copero como pocos que, además, atraviesa ahora mismo un estado de forma impresionante. El once titularísimo en el campo y un estilo tremendamente atractivo ayudaron a elevar, más si cabe, el nivel de la eliminatoria. San Mamés, como no podía ser menos, pondrá el colofón a un duelo tremendo.
VALENCIA-BARCELONA (1-1)

Otra batalla. Brutal. Nunca había visto a los hijos de la masía tan activos a ras de hierba, intensísimos ambos equipos, cada balón valía su peso en oro. Era como un tesoro que, por resbaladizo, se iba de un equipo a otro entre la marabunta de piernas, patadas, empujones, caídas…  Y por encima de todo dos estilos, dos maneras similares de ejecutar la presión, de asfixiar al rival. Dos conjuntos que juegan al ataque, con y sin balón, y  ahí radica el atractivo de sus duelos.
El Barcelona (sin Xavi ni Alves) empezó sofocado por el exagerado despliegue físico valencianista, pero poco a poco, consecuencia del cansancio valencianista y la lógica aparición de espacios –para regocijo de Messi-, el balón volvió a ser culé. El equipo se reencontraba en su estilo, y la batalla crecía en belleza. Unos a la contra y otros en la construcción de juego, pero todos en la pelea. El mediocampo era territorio de valientes y, desde ahí, a jugar. Bravo. Finalmente, tablas y amnistía hasta un partido de vuelta que se prevé fantástico.

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