20 de junio de 2012

ESPAÑA PENDIENTE DEL RITMO

El secreto no está en el once. El fútbol, aún percibido desde la simpleza más absoluta, es un deporte complejo. Lleno de matices. Trufado de trampas y escaramuzas a los ojos de quien quiere desmenuzarlo. Por ello no quiero entrar al trapo de los debates nacionales en ciernes: del “sin `9` no hay nada que hacer”, o “si salen extremos, ¿por qué quitamos al delantero?, ¿quién va a rematar entonces?”. Por suerte para todos aquellos que nos inyectamos fútbol en vena; aquí dos más dos no son cuatro. El jugar con un delantero nato no te abre más puertas al remate. La presencia de extremos naturales no te garantiza la profundidad, ni siquiera la amplitud. Ni un doble pivote se tiene porqué convertir en una garantía defensiva. Todo es relativo. Depende de situaciones puntuales, de los estados de forma y anímicos, de las características y peculiaridades de los jugadores y, cómo no, del trabajo colectivo. Pero por encima de todo existe un factor del juego bajo el que todo se engloba, y del que todo y todos beben: EL RITMO.
No es lo mismo un pase tras siete contactos previos al balón, que un pase de primeras o tras un solo control; es ostensible la diferencia entre dar un balón hacia atrás o hacia delante; también entre abrir a banda o romper líneas con pases interiores; o el tiempo que se tarde en recuperar la posesión tras pérdida… Incluso los saques de banda, de puerta, de falta o de córner influyen en el ritmo del juego. Es el sino de todo equipo. Hay entrenadores que prefieren que su equipo mantenga un ritmo pausado, pues se sienten inferiores; otros que alternan en función de las situaciones y escenarios que se presenten durante los 90 minutos; y unos pocos, muy pocos, que aparcan las especulaciones a un lado y se tiran a tumba abierta todos los partidos, tratando de imprimir el máximo ritmo posible hasta asfixiar al rival. Estos son los equipos ganadores, hegemónicos y con personalidad; aquellos que permanecen en el tiempo.
La dificultad reside en ser capaz de dotar a tu equipo de los mecanismos suficientes para poder desarrollar un fútbol rítmico. Esa armonía sólo se consigue a base de trabajo y calidad. Lo primero al servicio de lo segundo, y como elemento imprescindible para jugar con velocidad. Y ahí creo que radica el principal déficit de España en la actual Eurocopa.
La esencia del fútbol control se mantiene: “Son los jugadores que tenemos, no podemos jugar a otra cosa”, proclama Del Bosque. De acuerdo, pero VB también ha de admitir que, aunque en el fondo estamos siendo España, el ritmo de juego nos está condenando a un papel sumiso que hacía mucho no adoptábamos. Pues la incapacidad para dominar los partidos viene motivada por la lentitud a la hora de construir fútbol, y ésta por la falta de trabajo de conceptos en el juego de posición. Así, bajo mi punto de vista, voy a trazar cuatro claves para poder elevar el ritmo de juego, y por ende el caudal ofensivo de la Selección:
-          La supresión del doble pivote Alonso-Busquets, o bien la reasignación de tareas: Alonso y Busquets no son jugadores de mismas características, pero por concepción del juego se pisan mutuamente. Verdaderamente su papel sobre el verde es clónico: guardar el sitio, movilidad baja, apoyo constante, y asegurar balón (añadiendo en Alonso el desplazamiento en largo). Esa función de ancla es fundamental, necesaria en cualquier equipo, pero contraproducente si se hace por duplicado, como es el caso. Mi opción sería liberar a Alonso en sus funciones posicionales, animándole a adoptar posiciones más ofensivas, a ejecutar desmarques de ruptura, etc. O bien introducir a un medio de ADN más dinámico, como podría ser Santi Cazorla (poseedor además de buen tiro lejano), y sentar a alguno de los dos anclas –veo a Alonso algo más fino en esta Euro-.

-          La fijación de las bandas: No me estoy refiriendo con esto a la introducción de jugadores específicos de banda. Sino a la correcta ocupación de las mismas, tanto en los extremos con Iniesta y Silva, como por los laterales cuando el manchego y el canario trazan la tan habitual diagonal al medio. Pero siempre, siempre, siempre, debe haber un cono rojo sobre la raya en mediocampo rival. Cuando suben los laterales, el central de ese lado debe abrir su posición, y el pivote adoptará posición defensiva. Obviamente no pasa nada porque se incorporen los dos laterales simultáneamente, pues si queremos dotar a la Selección de mayor agresividad ese sería un buen factor detonante.

-          El famoso “9”: No tengo una posición fija en el famoso debate del “9”. Me gusta la variedad, y como tal abogo por la alternativa en las alineaciones. El juego de la selección no debe variar demasiado con o sin Torres. Sino que debe ser el propio Torres quién se integre y comience a relacionar en el juego de posición; esto implica que debe caer más a bandas, bajar a recibir, moverse en otros contextos que no sean la lucha permanente con los centrales, etc.
Cesc también me parece un fenomenal jugador en esa posición, deficitario con el madrileño en los balones al espacio y en el terreno físico, pero muy superior en todo lo demás.

-          El cambio de mentalidad: Aquí radica uno de los grandes problemas. Pues es esa atadura mental la que nos está privando de ver a España intentar dominar los partidos. La especulación y el miedo al fracaso pesan, de momento, como una losa. O esa es la impresión que al menos me dejan partidos como el pasado de Croacia, en el que estuvimos a merced del rival, acongojados y faltos de personalidad suficiente como para cambiar el rumbo del partido. Al final se confío en el soplo del destino, y éste apostó por una Selección que debe vivir ahora 3 partidos de desmelenamiento, vértigo y atrevimiento colectivo. Confío en ello, al menos lo deseo.

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