Cuando a todo el mundo se nos
había metido en la cabeza que viviríamos una finalísima Barcelona-Madrid en la
máxima competición europea, ingleses y alemanes se encargaron de ultrajar tales
elucubraciones. Blancos y azulgranas posponían su hegemonía para un futuro.
Mientras tanto, la Europa League crecía en interés al ritmo en que los equipos
españoles iban borrando del cuadro a cuántos rivales se ponían por delante (algunos
de ellos del prestigio de Manchester United, Schalke 04, Sporting de Lisboa o
PSV Eindhoven). Así, las semis ya aseguraban la presencia de un finalista
español. Finalmente el Atlético se cargaría al Valencia en una eliminatoria de
alta tensión; y el Athletic, por su parte, se encomendaba al poder de Llorente
en los estertores de un duelo igualadísimo con los vecinos ibéricos del
Sporting de Portugal. El resultado: colchoneros
y txurriurdines como representantes
del fútbol español, de una zona media que ha dado un salto de calidad en
Europa, de unos rebeldes que rompen moldes a su manera.
ATLÉTICO DE MADRID
Su temporada es rara,
tremendamente extraña e irregular. Casi tanto como la idiosincrasia de este
club fundado por estudiantes vascos en Madrid. Su inicio de curso con Gregorio
Manzano parecía abocado al fracaso casi antes de empezar a andar. El toledano
no se sintió nunca cómodo en un vestuario y ambiente de trabajo imposible de
encauzar. Como no podía ser de otra manera, su relevo era cuestión de cuatro
malos resultados. Éstos llegaron inevitablemente, y con ellos asomó la cabeza
Diego Pablo Simeone. El Cholo pronto
dejó claras sus intenciones: trasladar su carácter indómito a un equipo falto
de motivación y garra, y aunque al principio los resultados fueron positivos,
el equipo seguía siendo incapaz de alcanzar la regularidad. El efecto
efervescente provocado por la llegada de Simeone despertó en los más pesimistas
un halo de negatividad, quiénes veían al argentino como un remedio barato,
populista y circunstancial a otra pésima temporada rojiblanca. Más de un
seguidor se acordaría en ese momento del famoso “papa, ¿por qué somos del Atleti?”.
Pero el padre debería reservarse su
respuesta a días como hoy, pues el Cholo
nos ha demostrado que detrás de esa careta de agitador de masas hay entrenador,
consiguiendo llevar al equipo de sus amores a una nueva final europea y
enderezando el rumbo en la Liga hasta el punto de pelear hasta el último minuto
por una plaza Champions.
Su FÚTBOL. El juego del Atléti vive de la intensidad a la hora
de robar el balón y de la velocidad con que sus hombres salgan a la contra. Es
un fútbol sencillísimo, del que se aplaude en el Calderón, por rítmico e
intenso: muy al estilo Premier.
Lo mejor del Atlético está
arriba, cuánto más cerca de portería contraria mucho mejor. Como si la
planificación del equipo comenzará por el delantero y llegará, sin un duro, a
la portería propia. De Falcao a Courtois se entremezclan futbolistas de
categoría dispar. El Tigre es, sin
duda, el jugador estrella de este conjunto; sus números hablan por sí solos, y
su capacidad para involucrarse con el juego de sus compañeros y su entrega por
la camiseta están elevando todavía más el caché de este fenomenal delantero de
remate. A su lado se reúnen otra serie de futbolistas de gran nivel; desde un
Adrián que está dando el salto de calidad que le catapultará hasta la selección,
haciendo gala de una movilidad y determinación diferencial en los metros
finales; pasando por Arda, tan irregular como genial; o por un Diego que está
completando su temporada más madura en Europa.
De ahí para abajo una escala de
grises con algunas luces en determinadas posiciones. Su mediocampo se sostiene
desde la dureza y serenidad de jugadores notables pero no sobresalientes: Gabi,
Mario Suárez o Thiago componen una medular que da al equipo mucho de cuánto
quiere transmitir Simeone desde la banda.
En defensa sobresalen –curiosamente
en ataque- sus dos laterales: Filipe y Juanfran, éste último como sobresaliente
remedio de su entrenador. Los centrales son solventes, pero quedan un poco por
debajo de la media general del equipo. Y el portero titular, Courtois, ha
quedado también en evidencia en puntuales y comprometidas ocasiones, calmando
un poco a quiénes veían en él no sólo al portero del futuro, sino también del
presente.
ATHLETIC CLUB
Qué decir que nos se haya dicho
ya de los leones de Bielsa.
Protagonistas de una temporada más fascinante todavía para los ojos de los
puristas y románticos que para los pragmáticos del fútbol –y eso que son
finalistas de Europa League y Copa del Rey-. Autores de algunos de los partidos
más imborrables del año; como los partidos ligueros ante el Barcelona en San
Mamés o como visitantes en el Bernabeú; por no hablar de las exhibiciones en
Europa ante United o Schalke 04, u otras en la Copa del Rey.
Pero para analizar al actual
Athletic es necesario recordar los orígenes de la temporada. Cuando Bielsa
llegó con unas ideas que estaban en las antípodas de todo cuánto se había
vivido hasta la fecha en San Mamés. Los resultados –siempre los malditos
resultados- ponían en entredicho el trabajo de un enfermo de este deporte, y los
agoreros se apresuraron en desacreditar el fichaje del rosarino. Pero éste ya
había ganado el crédito más válido para un entrenador: el de su vestuario.
Regaló a sus jóvenes jugadores un
manual de comportamiento sobre el césped tremendamente atractivo; basado en la
movilidad permanente (“denme alguna sola
razón por la que no correr durante un segundo del juego”); en la idea de
dominio permanente sobre el adversario, de la búsqueda incesante del gol, del
buen trato del balón. Ese manual inicial fue, sin duda, el germen del actual y
brillante finalista de copa.
El peaje que han tenido que pagar
a cambio ha sido también costoso, principalmente por el excesivo cansancio
acumulado por sus mejores hombres, que arrastran muchísimos minutos de desgaste
en sus piernas.
Y ese puede ser el principal
hándicap para los bilbaínos en el día de hoy. No llegan en su mejor momento,
como han mostrado en los recientes compromisos ligueros, pero tienen a su favor
la capacidad de jugar de memoria a un estilo de juego que ya forma parte de su
ADN, al menos hasta que Marcelo Bielsa los abandone.
Su FÚTBOL. omo había comentado,
se basa en la movilidad contínua del individuo y del balón, y en éste esquema
sobresalen, obviamente, los jugadores más dinámicos. Desde ese prisma se
entiende la excelsa temporada de sus mediocampistas De Marcos, Muniain, Susaeta
o Ander. También el ancla de éstos, Iturraspe o Javi Martínez (ya sea desde el
mediocampo o desde la defensa, a la que se ha adaptado de forma brillante), o
los laterales largos Iraola y Aurtenetxe. Los centrales, el ya citado Javi
Martínez, y otros como San José, Ekiza o Amorebieta –especialmente este último- han
completado también una temporada dignísima.
Por último, su delantero y
emblema Fernando Llorente ha firmado unos números altísimos, quizá por encima
del nivel general de su temporada. Y es que, aquí un servidor es de la opinión
de que el navarro sufre muchísimo con el sistema de Bielsa, demasiado exigente
en la movilidad y habilidad inidividual (quizá los grandes déficits del
fenomenal delantero), y que sus condiciones no se ven potenciadas en este
sistema. Aún así ha sabido trabajar fenomenal, atrayendo para sí la atención de
las defensas rivales y propiciando las entradas por bandas de sus compañeros.
También me gustaría destacar a la
segunda unidad de jugadores, que especialmente se han destapado en la última
parte de la temporada, y de entre todos estos a dos jugadores de tremendo
futuro para los leones: Ibai Gómez e Íñigo
Martínez. Es probable que ninguno de los dos comiencen de inicio hoy en
Bucarest, pero sin duda serán un soplo de aire fresco para un equipo falto de
oxígeno a estas alturas de año.
PRONÓSTICO
Confío en la victoria del
Athletic. Casi más por principios románticos que atendiendo a los estados de
forma y dinámicas actuales. Los colchoneros están acabando la temporada de
forma espectacular, enchufados e intensísimos, y esa será su gran baza y
argumento a favor para imponerse en el día de hoy. Por el contrario, el estado
de forma de los vascos deja mucho que desear, pero tienen tan asimilados los
conceptos que han venido desarrollando durante todo el año, que siguen siendo
un equipo brutalmente competitivo e incómodo.
Sólo espero que la dinámica que
adquiera la final sea de un fútbol rápido, vivo y atractivo. Que se juegue de
área a área sin remordimientos ni temores a perder. Porque la verdad es que la
temporada de ambos equipos invita a pensar en un auténtico partidazo. De poder
a poder. Del poder de los rebeldes, de Europa y de España. Capaces de ser
finalistas europeos y estar a más de 40 puntos en liga de quiénes no lo
consiguieron.
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