18 de abril de 2012

CHELSEA-BARCELONA (1-0): LOS CAPRICHOS DEL FÚTBOL

¿Por dónde empezar a explicar lo inexplicable? No es la primera vez, ni será la última, en que se dé un partido como el de ayer. Por eso el fútbol es tan maravilloso; por ese componente de azar que lo aleja de cualquier otra rutinaria actividad; por esa capacidad única e inigualable de coronar vencedor a un equipo que mereció perder, y de reservar el amargo regusto de la derrota para aquellos que hicieron todo para ganar; por devolver a un equipo en horas bajas todo aquello que le quitó –injustamente- en sus grandes noches europeas (el gol fantasma de Luís García, el ‘Iniestazo’ o el inoportuno resbalón en el penalti de Terry); por complicar las cosas al equipo de los retos permanentes; por guionizar, cuál Alfred Hitchcock, una eliminatoria rebosante de emoción, suspense y terror.
Seis días en vilo es ahora lo que queda por delante hasta que volvamos a escuchar los acordes de “The Champioooooons”. Una incertidumbre consecuente de todo lo que pudo suceder y no sucedió en la desapacible noche de ayer en Stamford Bridge.
Desde el pitido inicial se vio claramente la disposición de ambos equipos; el campo, inclinado hacia la portería de Cech desde el minuto 1; el Chelsea, encajonado en su esquina del ring, renunciando a cualquier tipo de compromiso con el balón, y esperando que Drogba –eterno Drogba- se las bastase por sí mismo para poder hacer daño a los culés; y los de Pep con la intención de finiquitar la eliminatoria pronto, en el minuto 5 mejor que en el 45, con una prisa enmascarada en un fútbol control primoroso.
Jorge Valdano decía que jugar contra un equipo sin vocación ofensiva era como tratar de hacer el amor con un árbol. En la noche de ayer, esta metáfora se me vino permanentemente a la mente, pues pocas veces se ha interpretado el papel de árbol de una forma tan fidedigna como el Chelsea anoche. El Barcelona, en su vertiente amorosa, consiguió pese a todo construir un espectáculo futbolístico maravilloso.
La maraña defensiva que construyeron los de Di Matteo se veía traspasada repetidamente. Desde el minuto 8, en el que Alexis se encontraba con el larguero, se sucedieron las ocasiones culés: Cesc, Adriano, Iniesta, Messi... Un puñado de llegadas clarísimas que constataba dos realidades: el Barcelona carecía alarmantemente de puntería; y el Chelsea no conseguía contener ese caudal de fútbol ofensivo y apabullante que desarrollaban los azulgranas…, pero seguía vivo.
La impresión general era la de que, tarde o temprano, los de Guardiola acabarían rompiendo el partido –y casi casi la eliminatoria-, pues su juego les catapultaba a otra dimensión inaccesible para los londinenses. Pero esa infinidad de pases y ocasiones no se tradujeron en un desequilibrio del marcador. Ya habían transcurrido 45 minutos y el luminoso no se movía. Lo que estaba por llegar, además, era una esas caprichosas “perrerías” que de vez en cuando se ven en un  estadio…
Messi, el jugador indestructible, esquivo al fallo durante tanto y tanto tiempo y en quién el balón descansa tranquilo de hurto, sorpresivamente perdía una pelota al tratar de girarse en mediocampo. En ese momento un deja vu´; Lampard inicia un contragolpe vertiginoso, alimenta con un balón al espacio la carrera de Ramires y éste, en semifallo, dona un gol a Drogba para la causa. Minuto 47 de partido y el resultado, de 1-0, es tan injusto como incomprensible.
Llegaba entonces el descanso, momento para la reflexión, espacio para corregir errores, ajustar y reforzar conceptos y buscar explicaciones al mal resultado. Pero, ¿qué había fallado realmente? Probablemente Guardiola vivió en esos 15 minutos de descanso uno de los momentos de mayor impotencia como entrenador blaugrana; al ser incapaz de encontrar un porqué a una derrota –momentánea- insondable.
En la reanudación nada cambió. El guión del partido siguió su curso; el Chelsea agazapado, tímido de mostrar sus vergüenzas; y el Barcelona desmelenado, vivísimo de ritmo y movimiento, pero tremendamente romo frente a Cech. Así se consumía el tiempo.
Una última doble ocasión de Pedro y Busquets en el descuento nos ayuda a comprender lo que fueron los 90 minutos sobre el césped de Stamford Bridge; combinación y asociación de los azulgrana primero; balón al palo después; y el rechazo sólo ante portería, lo envían fuera. Caprichos del fútbol.


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