12 de abril de 2012

AT. MADRID-R. MADRID (1-4): CON CRISTIANO ES SUFICIENTE

Muchas veces he criticado –quizá de forma estéril- a Cristiano Ronaldo. Esos juicios, influenciado parcialmente por la persona más allá del futbolista, están basados en una concepción global del fútbol; la única que tengo. Esa misma que me hace coincidir con la apreciación que vierte Ángel Cappa sobre el portugués: “Cristiano juega con lo que le dio la naturaleza, que es muchísimo, pero no mejoró nada, ni lo va a hacer, en la medida que siga siendo el ególatra que es”. Yo matizaría que Cristiano (desde ahora CR7, que suena más cool) sí ha mejorado, ha crecido; es mejor. No es el mismo imberbe que debutó en el United, sino que ahora es más fuerte, más potente, más goleador. Pero creo que Cappa se refiere a otra dimensión del juego: LA COLECTIVIDAD, y ahí sí que coincido de pleno con él. El portugués, prodigioso en lo técnico e inigualable en lo físico, continúa siendo un jugador deficitario en el fútbol asociativo. Hasta tal punto que él solito, por su peso, se llega a comer el juego del equipo.
¡Qué forma de empezar una crónica! Sinceramente no creo que sea la mejor, pero si la más idónea para tratar de analizar el derbi de ayer, en el que el luso lo acaparó todo.
Y es que no vamos a contar la película entera desde su inicio. Lo primero porque no fue memorable; lo segundo, porque seguro que la viste; y lo tercero, porque centrándonos en el actor principal nos sobran –casi, casi- los secundarios. No obstante conviene hacer algunos apuntes y rescatar otros detalles del partido:
-          La puesta en escena de ambos conjuntos fue la ya esperada: ningún interés en dominar un partido que ambos querían resolver a la contra. Los colchoneros sólo veían la luz cuando Diego, de los pocos con la personalidad necesaria para tomar responsabilidades, agarraba el balón. Del brasileño llegaban las ocasiones más nítidas. Por parte de los blancos, ni Xabi Alonso, ni por supuesto Khedira, eran capaces de coger el timón. Nos encontrábamos ante un partido sin mediocampo, no ya por incapacidad, sino por principios credenciales.
-          A colación de esto, Xabi Alonso no vive sus mejores días en el Madrid. Su protagonismo en el juego ha caído estrepitosamente, y su cansancio es más que constatable. Físicamente le cuesta mucho más completar las transiciones ataque-defensa (en las que antes era siempre el primero en llegar), mientras que mentalmente y con balón está anclado, esclavo del plomizo peso de sus botas; cada vez le cuesta más encontrar y generarse líneas de pase clarividentes.
-          Se constató un hecho que creo va a ser una constante en muchos de los rivales del Madrid: buscar las cosquillas a Pepe. Sistemáticamente, en cada falta del portugués, los jugadores rojiblancos se agolpaban frente a él en un cruce de insultos deleznable. No contentos con ello, incluso Godín –la versión colchonera y cutre de Pepe- fue a su encuentro en un córner en contra; agresión que no vio el árbitro.
-          El Atleti es un embudo. Su tendencia a jugar por el centro repetidamente facilita muchísimo las cosas a su adversario. Ayer, el Madrid sabía que con tapar las incorporaciones de Juanfran y Filipe le bastaba. El Atleti carece de extremos que fijen la banda, tan sólo Arda lo hace de manera tímida, siempre para ir hacía el medio y casi nunca con la agresividad e intensidad necesaria. El resultado fue obvio, los laterales del Madrid (sobretodo Coèntrao, que veía venir de lejos el peligro) apenas sufrieron, porque sus pares no existían.
-          Además, este sistema de juego favorece muy poco las condiciones de Falcao. Éste tenía que caer en alguna ocasión a banda, dónde sus virtudes se diluyen y sus carencias se acentúan. El “Tigre” no es Agüero, no acostumbra a generarse sus tiros, no encara al rival, ni destaca en velocidad. Su fútbol se desarrolla en el área, dónde sí marca las diferencias. Su capacidad para la anticipación, su salto y su inconmensurable remate de cabeza beben de los centros laterales. Así vino, precisamente, el gol del empate a uno colchonero.
-          Antes de ese empate; CRISTIANO, dueño y amo del partido, ya había desequilibrado el mismo. Su influencia no había sido la propia de quién maneja el partido desde el medio, de quién llega constantemente a puerta, de quién supera una y otra vez a su adversario. No. El sometimiento de CR7 había sido tan simple y primitivo como coger un balón parado a 35 metros de portería, y depositarlo violentamente en la red. La “bomba inteligente” confundió a Courtois, a quién disculpo, no ya por la plasticidad de su estatua, sino porque el vaivén inconsistente de la pelota (más Nivea que Nike) exculpa a cualquiera. Sinceramente no creo que haya “cantada”.
-          Desde ese momento, ni el Madrid ni Cristiano volvieron a existir. Hasta el gol de Falcao, que de nuevo lo cambia todo. En ese instante el portugués de Madeira se vuelve a sentir necesario, imprescindible; en un papel que adora, el de salvador heroico. Y eso fue a orillas del Manzanares; nuevamente caza el cuero, esta vez en movimiento, lo controla, se perfila y zurriagazo… Courtois falla. Para mí esta vez sí (curiosamente pienso al contrario que la opinión pública). Este balón, a pesar de su violencia y caída plomiza, creo que era más atajable y previsible que el primero.
El caso es que Cristiano ha dinamitado ya el partido. No recuerdo, más allá de los goles, jugadas suyas de demasiado mérito, ni excesiva influencia sobre el juego colectivo. Pero esta vez, su individualismo ha servido al bien grupal. Su equipo, tremendamente romo y atascado, continúa vivo por dos genialidades del portugués.
-          Benzema, un delantero con alma de centrocampista, vivió una noche aciaga. Su fútbol asociativo, dinámico y combinativo, némesis del de Cristiano Ronaldo, suele hacer jugar a su equipo. Su partido, flojito como en pocas ocasiones esta noche, quizá pueda suponer una de las más acertadas explicaciones al poco caudal futbolístico de los blancos. Si a su gris actuación, añadimos la no mucho más lúcida de Kaká y Özil (que entre los dos suman uno), la inoperancia de Alonso y Khedira, y la todavía precaria puesta a punto de Di María, hallamos la complicada respuesta al críptico partido blanco.
-          El caso es que el segundo mísil de Cristiano tumbó a los rojiblancos. Godín terminó por cavar la tumba en un penalti tan tonto como innecesario (una muestra más de que no se puede vivir el fútbol a dos mil revoluciones), para gloría de CR7 y de su cuádriceps. Gracias por mostrárnoslo.
-          Por último, Callejón se sumó a la fiesta portuguesa, con una celebración también para enmarcar. ¡Qué bonito es el fútbol!

No hay comentarios:

Publicar un comentario