29 de enero de 2012

VILLARREAL-BARCELONA (0-0): EL FÚTBOL Y LOS ESTADOS DE ÁNIMO

Tras el partido de Vuelta de Copa del Rey, con su consabido desenlace, reconocía Pep que había tenido que animar a sus jugadores en el vestuario, invitándoles a una celebración que la autoestima grupal rechazaba. Venían de exhibirse la semana anterior en el Santiago Bernabeu, donde se sintieron inalcanzables. Siete días después, de nuevo ante un Madrid al que se daba por muerto, los blaugrana sucumbieron, no en el marcador –empate- ni en una eliminatoria de la que salieron ganadores, pero si en sensaciones. Dejaron de sentirse inalcanzables, los de Mourinho habían minado la moral de los jugadores locales por primera vez, sobre el campo, desde que Guardiola es entrenador culé. Se habló de victoria moral del Madrid, y se situaron interrogantes sobre el estado anímico del mejor equipo del mundo, que además vio como perdía a Iniesta por lesión.
Ayer, en el Madrigal, el Barcelona tenía la primera ocasión para despejar dudas, pero no se encontró a sí mismo. Incapaz de alcanzar un ritmo de juego adecuado, caía una y otra vez en la trampa que el Villarreal tejió de forma magistral. Un conjunto local que, con menos dosis de talento y mayores de testiculina a las que nos ha acostumbrado en el último lustro, fue capaz de maniatar a los culés. Quizá no inquietaron demasiado a Valdés, pero tampoco permitieron que Xavi, Busquets y compañía monopolizaran el balón. Ahí estaba el partido.
La errónea interpretación de la “Teoría del Caos”…
Si bien Molina acertó a contrarrestar las virtudes del Barcelona, hay que reconocer que éstas ayer no fueron tantas. La “Teoría del Caos” –no se sabe de dónde parte cada jugador, pues el movimiento grupal atiende a un desorden organizado-, interpretada habitualmente a las mil maravillas por los hijos de la Masía, ayer fue caótica de verdad. No encontraban la salida en corto, la defensa de tres tampoco se mostraba solvente, los extremos no llegaban a zona de peligro, Cesc no localizaba huecos en los que refugiarse, Xavi era incapaz de dirigir con tino…, un desastre a made in Barsa (es decir, la vara de medir situada en la excelencia futbolística, un desastre que firmarían el 90 por ciento de los equipos para sus mejores noches).
… y el brutal trabajo del mediocampo amarillo
35 añitos contemplan a Marcos Senna. Su rostro ajado, y ayer desfigurado por el esfuerzo, pedía oxígeno, o mejor dicho, clemencia a un técnico, Molina, que sólo se atrevió a borrarle del partido para jugar el descuento. A su retirada del campo, con la afición puesta en pie, se reconocía también el trabajo hercúleo de un jugador que, sin ser el gran Senna de hace unos años, sigue siendo un símbolo del villarrealismo. Esa ovación, seguramente, también era extrapolable a sus compañeros de fatigas del mediocampo (Cani, Bruno y Valero), que consiguieron lo que muy pocos equipos consiguen. Dominar al Barcelona o, lo que es lo mismo, no ser dominados.
La irrupción de Tello
La nota más positiva de la noche para los barcelonistas vino de la mano de un extremo puro, rápido, incisivo y, por supuesto, canterano. Tello salió como revulsivo, y de su velocidad y desborde llegaron las mejores ocasiones culés. 15 minutos a ritmo frenético que, causalmente –que no casualmente-, coincidieron con un asedio final propio de equipo campeón. Las ocasiones no se materializaron, Diego López contribuyó enormemente a ello, y el Barcelona vio como sus aspiraciones en Liga disminuyen paulatinamente.
En cualquier caso, lo principal para los culés debe ser recuperar sensaciones, volverse a encontrar en su juego y fortalecer una moral que ayer pareció lastrar sobremanera al equipo… Y es que, al final va a tener razón Valdano, “el fútbol es un estado de ánimo”, y todos los análisis tácticos y del juego que hagamos son secundarios.


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