27 de enero de 2012

EL TERCER DELANTERO

La ‘Freemasons Tavern’ (actualmente conocida como ‘Freemasons Arms’) es, a simple vista, una de tantas típicas tabernas inglesas. Inserta en la vorágine y ajetreo propio de la ciudad de Londres, próxima a Covent Garden, son muy pocos los turistas que se detienen ante su fachada. No especialmente llamativa, ni más bonita que otras, una más. En cualquier caso lo verdaderamente reseñable del lugar ocurrió entre sus paredes. Fue hace casi 150 años, cuando once portavoces de universidades británicas se cobijaron en el humo característico de la tasca y, entre pintas de cervezas y otros licores, acertaron a fijar las primeras reglas de lo que hoy en día conocemos como fútbol. Desde entonces se reconoce a los británicos como padres de este tinglado.
Está bien conocer los orígenes, pero sería absurdo que este desacreditado plumilla, en el estreno de su –espero que exitoso- blog, iniciase un relato cronológico de la evolución del fútbol en siglo y medio de vida. Sin embargo sí puedo aventurarme a contaros la historia de uno de esos personajes antiguos que engrandeció este deporte. No es Di Stéfano, ni Pelé, tampoco Maradona, ni Johan Cruyff. Nadie que tal siquiera os imaginéis, pues seguramente no lo conocéis. Se trata de una intrahistoria del fútbol más modesto, sobre un personaje de fútbol y barro al que un día, y sin saberlo, se le ocurrió un nombre para mi blog.
Como no podía ser de otra manera la anécdota me la descubrió mi tío Tinín, con el que comparto una afición –pasión-, la cuál a estas alturas de la película ya habréis averiguado. Nuestras conversaciones son monotemáticas: “Hola tío, ¿qué tal? ¿Viste ayer el partido?”, podría servir de ejemplo. El Pucela, el Barsa o el Madrid suelen ser un punto de partida, una estación de salida desde la que viajamos en el espacio y en el tiempo, normalmente bajando hasta el barro. Nos gusta pringarnos.
Yo, como auténtico devorador enfermizo de fútbol, no puedo resistirme a escuchar de boca de mi tío anécdotas e historias del fútbol más humilde, el cual conoce de primera mano. Vistió la camiseta de clubes como la Arandina o Venta de Baños (dónde jugó hasta los 37 años), disputando muchos partidos en 2ªB y 3ª División. A mí me apasionan las historias que me describe sobre vestuarios esquivos a la fama, currantes de día y futbolistas de noche, padres de familia que consumían su fin de semana en eternos viajes de autobús rumbo a campos infames, visitas a aficiones paleolíticas. Era el fútbol de los 70 y principios de los 80, que “bebía” del rancio lenguaje de los entrenadores de la época y apenas evolucionaba. Desde la banda y la grada se solía pedir furia, garra, fuerza, “dos cojones”… Pero en la mayoría de las veces flaqueaban las ideas sobre el campo y sobraba mucho de todo lo anterior.
En cualquier caso, de entre la caverna futbolera también emergieron iconoclastas, idealistas y revolucionarios. Y uno de ellos se cruzó en la carrera de mi tío, fue en su etapa venteña, y él lo recuerda con mucho cariño. Me lo describe como un sacrílego en una categoría devota por el fútbol-fuerza, un estudioso de los conceptos tácticos y técnicos del fútbol internacional (amante del Brasil de los 70 y fan del emergente y revolucionario Ajax de Cruyff). Alguien capaz de reinventar el fútbol más modesto desde el estudio de los grandes equipos internaciones (y sin Canal Plus ni Gol TV). Lasa era su apellido, y el TERCER DELANTERO su creación. Pero, ¿qué  y quién fue el tercer delantero?
Tal honor recayó sobre la figura de mi tío. En esta novedosa posición, uno de los puntas retrasaba su posición, ganaba en movilidad y libertad, y debía enganchar con la media. Jamás se había visto algo así por los vetustos campos de Castilla, dónde todos los equipos acostumbraban a atacar con fornidos y robustos delanteros. Lasa, por el contrario, apostó por mi tío, menudo, creativo y habilidoso. Quizá le hablará de un tal Tostao y del significado del concepto de “falso 9”. Mi tío no recuerda mucho más, tampoco me mencionó los resultados de tal experimento, pero cuando habla del TERCER DELANTERO de Lasa se le iluminan los ojos.
Esta primera entrada no era más que un homenaje a todos aquellos que han contribuido a enriquecer humildemente este deporte. Porque si desde que se escribiesen las primeras leyes en la ‘Freemasons Tavern’ hemos llegado hasta aquí, es gracias a muchos personajes anónimos, locos del fútbol y viejos arquitectos de una obra enorme. Hoy hemos querido rescatar a uno de ellos.

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