8 de noviembre de 2012

CELTIC GLASGOW-F.C. BARCELONA (2-1): EL ¿MILAGRO? DEL FÚTBOL ARCAICO

Los jugadores del Celtic celebrando el primer gol del partido

No por repetido deja de ser sorprendente; ahora bien, sí por repetido debemos retirar el calificativo de milagroso a lo vivido ayer en Celtic Park. Y eso que los católicos del Celtic seguramente le rezaran a más de una virgen en la víspera al partido, tratando de compensar con inspiración divina el enorme trecho futbolístico que les separa del Barcelona. El 2-1 final y el transcurso de los 90 minutos puede reforzar la fe de muchos y convertir a otros pocos, pero no debemos olvidar que el Barcelona, ya fuera en la era Pep o ahora en la de Vilanova, ha sufrido derrotas similares y desquiciantes tanto o más que la de ayer, sobre todo por su mayor importancia y envergadura; como bien pudieran ser la de Chelsea e Inter en temporadas pasadas…
Pero sin ir más lejos, hace sólo 15 días los barcelonistas ya chocaron contra la muralla levantada por Neil Lennon en el Nou Camp. Entonces sólo un último arrebato en los estertores del partido evitó el empate final. Aquel día el talento se acabó imponiendo al hormigón: muro derribado.
Lo de ayer, a excepción hecha del sobrecogedor ambiente que se vivía en las gradas de Celtic Park, fue una calcomanía, un deja vu en un escenario distinto. Así, entre sentidos cánticos del “you´ll never walk”  y otras emblemáticas canciones, el Barcelona aculaba a los verdiblancos hacía la portería candada por un colosal Forster. Esa fotografía de partido fue el partido en sí: 93 minutos de agonía local y visitante. Manejo blaugrana y repliegue verdiblanco. Mimos al balón de los visitantes y violentas envestidas locales. Un equipo, el de Neil Lennon, que demostró haber estudiado perfectamente el juego de los de Vilanova, cediéndoles el balón, su campo, las bandas…, todo; absolutamente todo, a excepción de su portería. Y conocedores de que su único camino a la gloria era un sendero estrecho en forma de córner. Su afición -¡qué maravilla!- lo sabía y jaleó el primero, premonición de lo inevitable; una bestia parda llamada Wanyama envistió a un corderito llamado Alba y proyectó el balón a la red. Corría el minuto 20 de partido.
El resto fue remar y remar; jugar y jugar; chocar y chocar. Tratando de derribar el enorme muro escocés. El partido se jugó ahí, en el puñado de metros cuadrados que cercaban la portería de Forster. En esos espacios reducidos los Iniesta, Messi, Pedro, Alexis y Xavi –enorme en la dirección- trataban de dibujar jugadas imposibles, buscando ángulos y paredes de dibujos animados y, en la mayoría de las veces, ahogándose y desesperándose por tanto tuya-mía sin recompensa. Alba y Alves, cada uno por su banda, oxigenaban al equipo ante el beneplácito de los escoceses, que les dejaban recibir, conscientes de su superioridad ante posibles centros al área.
El resto fueron paradas inverosímiles de Forster, palos aliados con los locales, jugadas interminables, alguna patada que otra, y tímidos contragolpes de los celts. Como el que derivó en el segundo gol: saque del portero, fallo en el despeje de Xavi, despiste de Mascherano en la marca y gol de Watt. Simpleza una vez más. Fútbol primitivo.
Ya sólo dio tiempo a que Messi homenajease a su retoño, y a que la afición escocesa explotase de júbilo ante lo que ellos pueden catalogar como un resultado milagroso: 23 tiros a puerta contra 4; Más de 80% de posesión mimada y cuidada, frente a un 20% de patadones y despejes a ningún lugar. Datos irrebatibles que, sin embargo, se tradujeron en una victoria por 2-1 de quiénes menos propusieron. Algo ya vivido por el Barcelona en citas pasadas, y que se le vuelve a repetir como una pesadilla en noches como la de ayer; en la que el fútbol arcaico venció al talento.



Los Celtic supporters celebrando el 125 aniversario de su club

No hay comentarios:

Publicar un comentario